El día de hoy los equipos mexicanos comienzan a competir en un torneo que, más que perseguir fines deportivos, lo que busca es seguir generando ingresos en los Estados Unidos.
¿Está mal?
En absoluto.
El fútbol es también un negocio (y un negocio bastante caro de costear, dicho sea de paso). Está bien que los dueños busquen la manera de llevar su marca a distintas partes del mundo.
Además de que le lleva un dulce ‘azteca’ a los paisanos que por cuestiones de trabajo o seguridad se enuentran allá desde hace varios años.
No obstante, el fútbol en México, como industria y deporte, funciona de diferente manera.
A los gringos lo que les improta es el show.
Llegan desde temprano a los estadios, conviven con amigos, hacen parrilladas y viven un ambiente bastante similar al de la NFL.
Ya en la tribuna, se emocionan, sí, porque en el campo juegan figuras que alguna vez la rompieron a nivel mundial. Celebran los goles y medio lamentan las derrotas.
Pero hasta ahí.
En México, en cambio, hay un sentido de pertenencia que los directivos no han sabido comprender, y, por ende, no han logrado respetar.
Desaparecen equipos y se inventan otros en plazas en donde el fútbol interesa poco o nada.
Sacan a los clubes de prestigiosas competencias, como la Copa Libertadores de América o la Copa Sudamericana y se inventan torneos torneos que solo les interesan a los dueños.
¿El aficionado?
Luego vemos.
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