Política de futbol

Por: Mario Castillejos.

México, Monterrey, jueves 24 de septiembre del 2015

Donde exista una industria que genere millonarias ganancias, el capitalismo y cualquier forma de gobierno encuentran el lecho de amor ideal.

Minutos antes de iniciar el Clásico 105, Jaime Rodríguez «El Bronco» anunció algo que no podemos pasar por alto: «Hay algunos inversionistas que se me han acercado y están dispuestos a formar parte del proyecto de otro nuevo estadio y la afición de Tigres se lo merece».

Señores, algo muy grande se está cocinando. Sin duda que el momento era el adecuado para vincular a la sociedad con la esfera política, y más cuando la próxima administración ya calculó que sin los dineros de inversionistas diferentes al Estado será imposible hacer obras.

Durante décadas, fueron poco recurrentes los momentos en los que los politólogos se interesaron por explotar el rostro del futbol, seguramente influidos por la costumbre entre los intelectuales de menospreciar a este deporte, salvo algunas excepciones.

Sin embargo, desde hace algunos años han surgido muchos ejemplos sobre la forma en que el balompié interactúa con la clase política. «Soy Tigre a morir, con perdón de los Rayados», externó el Gobernador electo en el Universitario.

Organizar un Mundial, o ganarlo, representa una incomparable oportunidad para legitimar un régimen dictatorial. Con el triunfo de Brasil en 1970, los militares en el poder respiraron tranquilos unos años más. De 1958 a 1968, Brasil construyó más estadios de futbol que hospitales.

El futbol ha disminuido los ímpetus de cambio en algunos países. En 1978, la junta militar argentina usó la organización del Mundial y el triunfo de su selección para mostrar al mundo un escenario distinto al de los campos de tortura.

La sede mundialista también funge como una forma de aviso con relación a los supuestos avances económicos de un país. Aunque la afición exprese en las tribunas circunstancias distintas. Sólo recordemos los abucheos a Miguel de la Madrid durante la inauguración del Mundial en 1986, o a Dilma Rousseff en el 2014.

Ahora las canchas de futbol son el escenario ideal para que los políticos capten votos o para que la gente de futbol se convierta en político. Berlusconi ganó las elecciones con el lema «Forza Italia». El Barcelona de Guayaquil catapultó al «loco» Bucaram a la Presidencia de Ecuador, Piñera fue presidente de Colo-Colo antes que de Chile. El DT Freddy Terneros ganó la Alcaldía en Perú, Pelé fue ministro en Brasil y Cuauhtémoc Blanco es hoy Alcalde de Cuernavaca.

Como dijo Maradona: «A los políticos les saco una ventaja. Ellos son públicos, yo soy popular». ¿No cree usted?

PD. ¿Cuánto faltará para que los partidos políticos tengan sus propios equipos de futbol? Pues en Israel ya los tienen.

Lo escrito, escrito está.

Por: Mario Castillejos

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Un comentario

  1. lo del estadio muy bien pero que los partidos politicos tengan equipos como que no si asi sin partidos politicos varios equipos se ven beneficiados con los arbitros tendriamos una liga super aburrida ya sabiendo quienes seran los campeones y por que o no?

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