El fútbol es cada vez menos de los futboleros y más de los empresarios. Esta es una realidad incómoda para quien lo redacta, pues si bien no está de acuerdo con todo lo que se ha hecho con el taco y el balón, reconoce que, gracias a dicha globalización, es que puede escribir de lo que le apasiona y llegar a cada vez más personas.
Y es que esto es así. Uno quisiera que la pelota fuera siempre de los románticos, que el chico del potrero debutara con el club de sus amores y que se quedara ahí toda la vida, jugando por amor al fútbol y a los colores. O bien, que se vaya a Europa, lo gane todo, como Messi, pero que después vuelva a su equipo del pueblo y no parta a Miami, también como Messi, o a Arabia Saudita, como Neymar.
El ‘problema’ es que los árabes y los gringos le están agregando cada vez más ceros a los cheques que ponen sobre la mesa al momento de negociar, y por mucho que un jugador quiera apegarse al romanticismo, el que te vuelvan accionista del club que te fichó y te paguen por cada vez que se mencione tal o cual palabra en redes sociales, es algo que seduce a cualquiera.
Las estrellas del mañana jugarán en Estados Unidos o en Arabia. Aunque quizás la palabra ‘jugar’ cada vez esté de más.
Nota escrita por JaimeGarza94